Las convulsiones febriles…esa sensación de muerte inminente, de que se va, de no saber qué hacer… Agobios, miedos de que le vuelva a subir la fiebre… Afortunadamente es una patología benigna, que desaparece con la edad. Y lo más importante para saber cómo hacerles frente, es conocer cómo se producen. ¿Vamos a ello?
¿QUÉ SÓN? Las crisis febriles se definen como una convulsión asociada a un proceso febril, en ausencia de infección del sistema nervioso central o de un desequilibrio en los electrolitos, en niños mayores de un mes (según los autores, la edad de inicio varía entre 1-3 y hasta 6 meses), sin antecedentes de otro tipo de convulsiones previas. Como hemos comentado, es una patología edad-dependiente, dónde el límite superior de edad se sitúa en torno a los 5 años. En cuanto al límite inferior, existe controversia entre los distintos autores, aunque se acepta de forma general el límite de los 6 meses, con un pico máximo de incidencia entre los 17-22 meses.
Aunque las causas no se conocen claramente, parece que entran en juego la conjunción de distintos factores: circulación de toxinas, productos de reacción inmunitaria, invasión viral o bacteriana del sistema nervioso central, alteración de la mielinización en el cerebro inmaduro así como inmadurez de los sistemas de termorregulación, aumento del consumo de oxígeno en los procesos febriles…
A grandes rasgos, existen dos tipos de crisis febriles: las simples o típicas (más frecuentes, hasta el 70%) y las complejas o atípicas. Las crisis febriles simples son crisis generalizadas (con movimientos de sacudidas de todo el cuerpo, rigidez o hipotonía), de duración inferior a 15 minutos, no recurren en las siguientes 24 horas ni en el mismo proceso febril (se excluyen los casos de convulsión por infección del sistema nervioso, los casos de crisis sin fiebre previas y niños con anomalías neurológicas). Si no cumplen todos estos criterios, serán considerados como atípicas.
¿QUÉ RIESGO TIENE UN NIÑO DE TENER UNA PRIMERA CRISIS FEBRIL? Los factores de riego que se han asociado a presentar un primer episodio son: antecedentes de crisis febriles en familiares de primer o segundo grado, alta hospitalaria de la unidad neonatal después de los 28 días de vida, retraso psicomotor y asistencia guardería. Se postula que el riesgo aumenta hasta un 28 % cuando se asocian dos de los factores anteriores.
¿CÓMO SE DIAGNOSTICAN? El diagnóstico de las convulsiones febriles es clínico, no siendo necesario realizar estudios complementarios, ni electroencefalogramas ni estudios de neuroimagen (siempre que no tengan alta recurrencia, y que cumplan todos los criterios de crisis febriles simples). La exploración física es fundamental, por lo que siempre se recomienda acudir a un centro médico.
¿QUÉ RIESGO TIENE DE REPETIR? ¿PUEDEN DESARROLLAR UNA EPILEPSIA? Un tercio de los niños pueden tener recurrencia, y hasta el 10% pueden tener 3 o más. Los antecedentes familiares de convulsiones febriles, grado de elevación de la temperatura (si se producen con menos fiebre), la hipertermia hasta que aparece la crisis (si aparecen en la primera hora de fiebre) y las edades precoces (<12 meses), se asocian a mayor recurrencia. No hay mayor riesgo de desarrollar una epilepsia posterior en las convulsiones febriles simples, siendo el porcentaje de estos niños similar a la población general que no las han presentado. No obstante, hay factores que influyen en el desarrollo de esta posibilidad como los antecedentes familiares de epilepsia, que las crisis febriles sean complejas, así como aquellas que se producen en la primera hora del proceso febril.
¿QUÉ DEBEMOS HACER EN CASA? Lo más importante es no perder la calma, colocar al niño de lado, NO introducir nada en la cavidad bucal, vigilar el tiempo desde el inicio de la crisis, y avisar a servicios de emergencias. Con estos gestos nos ahorraremos posibles complicaciones. Las crisis febriles simples duran menos de 15 minutos, la mayoría menos de 5 minutos, por lo que, normalmente, cuando llegan los servicios de emergencias el episodio habrá cedido. No obstante, se recomienda avisar siempre, puesto que si duran más de lo habitual o suceden complicaciones, el equipo médico dispone de los materiales y medicaciones necesarias para su tratamiento.
Por Lorena Pastor. Pediatra