Todo empezó con un embarazo deseado y sin ninguna complicación, por lo que viví cada una de las semanas que mi bebé crecía dentro de mí con mucha emoción. A falta de 2 meses para la cita más importante de mi vida nos confinan. Leo que muchas mujeres tienen que parir solas y yo no estoy dispuesta a ello, así que decido buscar algún profesional que atienda partos en casa y desde ese momento no piso para nada el hospital. Iba a tener un parto en casa. Jamás lo habría imaginado aunque en algún momento pensé que quizás podría acabar pariendo en el hospital, ya que pasaban los días y no sentía nada que me hiciese pensar que mi bebé estaba preparado para nacer, hasta que una noche justo antes de ir a dormir me dió la primera contracción dolorosa. La primera de muchas otras porque inocente de mí, creí que en unos minutos pararía todo pero no fue así. Ahora sí que había llegado nuestro momento y juntos empezamos un trabajo de parto para poder conocernos en persona. Estuve toda la noche subida a la pelota bailando con cada contracción y entre una y otra me quedaba dormida mientras escuchaba de fondo la música que había preparado para ese momento. Enseguida empezaron a ser más seguidas así que eso de descansar se acabó. Después de estar así toda la noche, cuando vi que estaba amaneciendo avisamos a nuestro matrón porque sabía que ya estaba de parto y mi bebé estaba preparado para conocer a papá y mamá. Cuando estuvo la piscina preparada sentí que las contracciones se espaciaban y pensé que se iba a parar la fiesta, pero lo que hizo mi cuerpo fue darme un poco de tregua para coger fuerzas para lo que estaba por venir. Me metí en el agua y sentí un alivio enorme. Me sentía más ligera aunque el dolor seguía siendo bastante intenso con cada contracción. Me pregunta el matrón si quiero un tacto para ver cómo va todo. Accedo y me dice que he dilatado 8 cm. En ese momento me da un subidón increíble al pensar que ya queda muy poco para tener entre mis brazos a mi bebé. Al rato empiezan las ganas de pujar y en una de esas contracciones rompo la bolsa. Por más que pujo y pujo hay un momento que siento que no puedo más, que no puedo ayudar a mi bebé a nacer. Instintivamente llevo mi mano hacia abajo y toco algo que no identifico qué es. Es la cabecita de mi bebé y eso me da fuerzas para hacer unos cuentos pujos más. Siento el famoso aro de fuego y por fin nace mi bebé. Cuando lo tengo entre mis brazos sé que todo el esfuerzo ha merecido la pena porque ha llegado el momento que tanto deseaba. Me quedo dentro de la piscina y mi pequeño se engancha a mi pecho ¡Qué sensación tan agradable! Pasado un rato salgo de la piscina con mi bebé en brazos para alumbrar la placenta. El papá corta el cordón una vez que deja de latir y a partir de ese momento disfrutamos juntos de lo mejor de nuestra vida, nuestro bebé.
Siempre intento buscar el lado positivo de las cosas y aunque esta pandemia me hizo estar los dos últimos meses sin poder estar con mi familia, también me permitió tener el parto que alguna vez había imaginado pero mil millones de veces mejor.