Tras casi todo 2019 buscando quedarnos embarazada, en Enero de este año conseguimos nuestro ansiado positivo aún sin imaginar el año que se nos venia encima, a las 11 semanas empezó el confinamiento, días muy duros lejos de la familia en el que perdí a una de las personas más importantes de mi vida mi abuelo, gracias a mi bebé conseguí mirar hacia delante y ser fuerte. Revisiones sola mientras que mi marido esperaba de los nervios en el coche y yo vivía esos momentos tan especiales sin él a mi lado y con el miedo de que algo no fuera bien.
Mucho miedo pasamos, al principio por el miedo de que lo cogiera y nos pasara algo y luego no por el momento del parto en sí, si no por todo lo que pasó en la primera ola y lo poco que se respetó en muchos casos a las parejas, finalmente el 8 de Octubre ingresamos para inducción, 33 horas después y con el mayor susto de mi vida ya que perdimos las pulsaciones del bebé en dos ocasiones y sabiendo que la inducción no iba bien (lo presentí desde el primer momento) nos fuimos a cesárea de urgencia, para mi ese momento fue de felicidad, sabía que por fin estaba a minutos de conocer a mi niño, una cesárea respetada con mi marido al lado y un equipo que me tranquilizó en todo momento, no se puede explicar el momento en que le oímos llorar por primera vez, solo sé que fui la mujer más feliz del mundo y cuando me lo pusieron encima se me olvidó todo lo mal que lo pasé, los miedos, el embarazo “no soñado” que vivimos por la situación, simplemente fue el momento más mágico de mi vida y aunque no fue el parto “soñado” puedo decir que recuerdo la cesárea con mucho cariño y un momento muy muy especial.