Llamadme rara, pero yo no quería ni pensar en el momento del parto. Había escuchado de tantos casos con complicaciones, y ya solo ver el vídeo de la epidural me daba repelús, que no quería imaginar el parto porque le tenía un miedo terrible. Tampoco quería llevarme más chascos imaginando un parto ideal que luego no fuera, ya que conseguir el embarazo había sido tremendamente difícil y, una vez conseguido, estuve más de la mitad del tiempo a reposo por amenaza de aborto primero y riesgo de parto prematuro después. Así que ni plan ni nada. Confiaba en que los profesionales del hospital sabrían hacerlo lo mejor que sabían, y de hecho así fue. El momento más mágico de toda mi vida.
En la sesión de monitores de la semana 40, el 27 de enero de 2020, Leyre no paraba de dar pataditas, como era habitual en ella. Aunque ni un signo de contracciones. Pensaba que nos mandaban a casa, ¡pero no! La bolsa se había roto un pelín. ¡Nos quedamos! Parto inducido. ¡¡¡Qué susto!!! Me puse a llorar como una magdalena al ver que ya había llegado el momento.
Tenía mucha mucha hambre, pero ya había pasado la hora de comer del hospital y solamente quedaban garbanzos (que por lo visto ese menú no había tenido mucho éxito), así que me los arreé justo antes del parto. Había que coger fuerzas. Es cierto que pensaba que la cosa iría para largo y que no influirían para nada. Pero el tema fue rápido rápido. Las contracciones eran tremendas y enseguida epidural (que difícil estarse quieta en ese momento). ¡¡¡Y me dicen que podía dormir un ratito hasta dilatar lo suficiente!!! Nunca lo hubiera imaginado…. Y el caso es que sí hubo un rato de calma total y de estar muy a gusto antes del esfuerzo. Todo fue muy bien, aunque a Leyre le costaba sacar la cabecita y fue necesario usar ventosa. Cuando salió era la criatura más bonita del Mundo. ¡Era perfecta! Pequeñita pero perfecta. Aunque papá pensaba que no aguantaría ver el parto y se desmayaría, ahí estaba con la boca abierta de tanta emoción. Cortar el cordón fue un momento mágico también para él. A veces las cosas van mejor de lo que uno espera.