Cuando tomas la decisión de emprender el camino de la maternidad tú sola, te enfrentas a numerosos miedos y dudas: los de los
demás (¿podrás con todo?) y los tuyos (¿podré yo sola?), los miedos clásicos (¿mi bebé estará sano?, ¿estaré bien para cuidarle?) y
los miedos propios de nuestro tiempo (¿nos afectará la pandemia?), los que compartes con otras madres (¿sabré cuidarle?, ¿qué
haré al volver al trabajo?) y los particulares de las mamás solas (¿mi bebé echará en falta a otro progenitor?), etc. Hasta llegar a esa
decisión habrás echado muchas horas pensando, leyendo, investigando, hablando con tu círculo más cercano, y durante el embarazo
seguirás recibiendo información y opiniones que, en ocasiones, lo que harán será alimentar esos dilemas.
En mi caso, el día que nació mi bebé, es como si de repente a mi teclado interior se le hubiesen borrado los interrogantes. Puedo,
podré, mi hijo está bien y yo le protegeré de todo, mi cuerpo es sabio y soy más fuerte de lo que nunca hubiera pensado, ya somos
una familia y lo haremos bien. O puedes tener los sentimientos contrarios, y también está bien.
Yo decidí iniciar la lactancia materna exclusiva. Erróneamente pensaba que eso sólo iba a depender de mí, o ahora de nosotros dos
(hijo, tu primera responsabilidad), pero creo que es uno de los pocos aspectos en los que, sí o sí, necesitas a alguien más. Las
primeras horas necesitas a tu lado profesionales que te enseñen y animen a no tirar la toalla a pesar del dolor y la incomodidad. Las
primeras semanas necesitas a alguien de confianza que te cuide, que te alimente, te haga sentir cómoda y te refuerce con amor,
comprensión y generosidad. Y cuando llegan los primeros baches (crisis, regresiones, cambios físicos en ti y en tu bebé), necesitas
asesoramiento de tus matronas y hablar con otras madres que estén o hayan pasado por lo mismo. Y digo “hablar”, no “escuchar”,
que como madre primeriza ya recibes muchos consejos no solicitados y sin derecho a réplica.
Si alguna embarazada me pidiera un consejo, le diría: rodéate de mujeres reales que compartan tu situación y estén dispuestas a
escuchar sin juzgar y a contar su experiencia sin predicar. Hablar de vuestra lactancia (“todo el día con la teta en la boca”, qué gran
verdad) y de la crianza te ayudará a despejar muchos miedos y a crear un vínculo que haga menos solitaria esta etapa, y ésta es una
necesidad que tenemos las madres de todo tipo.